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El Virus de la Leucemia Felina (FeLV)
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El Virus de la Leucemia Felina (FeLV)

Que un gato no esté afectado por la leucemia felina es uno de los requisitos básicos que se le debe exigir a un criador. Y no es para menos, pues se trata de una de las enfermedades más graves a la que puede someterse una mascota. Conocido pos sus siglas, del virus FeLV (o VLFe) se deriva un cáncer que, como tal, actúa afectando a las células sanguíneas (linfocitos), llegando a ser mortal si el propio sistema inmune del animal no lo detiene.

Transmisión

Pese a que la afección puede darse debido a una recombinación del ADN, un subgrupo del virus se transmite mediante la saliva y las secreciones nasales de animales ya infectados, por lo que las mordeduras se convierten en la principal amenaza, así como el comer de un plato de comida compartido; y aunque sea menos frecuente, dicho contagio puede ocurrir también a través de otros objetos de uso del gato infectado (areneros). Finalmente, una madre con leucemia felina puede transmitir la dolencia a sus gatitos durante la lactancia (o antes de su nacimiento).

Se trata de un virus que tan sólo se transmite entre felinos, quedando a salvo tanto humanos como otras especies de animales de compañía. Y entre felinos, la edad crítica de contagio llega hasta los cuatro meses, y hasta los ocho meses de edad no desarrollan cierta resistencia hacia la misma.

Síntomas y efectos

Si un gato es infectado con FeLV, normalmente lo hará notar con un cambio progresivo pero brusco en su comportamiento. Pérdida de ánimos y de apetito, pérdida de peso, dejadez en su aseo, y lesiones e infecciones en piel y pelo (que pierde su calidad) son los síntomas más evidentes a simple vista. Pero el virus también afecta a su vejiga y tracto respiratorio, puede provocar gingivitis y otras afecciones bucales, fiebres, diarreas, e incluso convulsiones. La presencia de linfomas, anemias y cáncer de la médula ósea (leucemia) o linfosarcomas (cáncer en hígado, intestino, riñones, ojos…) suelen ser los síntomas finales, causantes de la muerte.

Ahora bien, cabe la posibilidad de que el animal acabe volviéndose inmune al virus, convirtiéndose en portador total o parcialmente sano (en función del grado de inmunidad de su sistema). Un alto porcentaje de los gatos a los que se les detecta la enfermedad acaba sobreviviendo, ya sea con inmunidad total o parcial, mientras que otros logran detenerla durante buena parte de su vida, hasta que un factor externo (generador de estrés) acabe por desencadenarla días, meses, e incluso años más tarde.

En definitiva, desde el momento en que un gato se infecta con el virus de la leucemia felina, puede que desarrolle la enfermedad desde el principio hasta el final, pero (especialmente si es adulto) puede que se haga inmune al mismo, o bien puede quedar en un estado de latencia a desarrollarse en cualquier momento de su vida.

Prevención y tratamiento

Para prevenir el contagio del virus, existen vacunas que, aunque con un riesgo mínimo, pueden resultar agresivas para el gato, y que no garantizan un 100% de efectividad. Sin embargo, es más que recomendable administrársela a nuestra mascota, en especial si sale a la calle. Por su parte, es sumamente desaconsejable que gatos infectados convivan con gatos libres de enfermedad por mucho que cuenten con las vacunas al día.

Es muy importante, por lo tanto, que si nos planteamos acoger a un gato nuevo, comprobemos si es portador o no del virus, mediante tres tests, llamados ELISA (test sanguíneo que detecta la infección en sus estados iniciales, por lo que aún se ignora si se tratará de un caso transitorio o permanente, en caso de dar positivo), IFA (empleado para confirmar un positivo en ELISA, puesto que analiza las células infectadas para saber si es una situación ya irreversible), y PCR (el más completo y seguro, pero también de mayor complicación).

En caso de que el gato esté contagiado, debe saberse que ningún tratamiento específico para combatir el FeLV ha sido aprobado, pero el interferón, aplicado en fases no avanzadas de la enfermedad, puede salvarle la vida. En todo caso, es fundamental no exponer al gato a otras enfermedades, vacunándole constantemente, evitando situaciones de estrés, desparasitándole con regularidad y dándole una buena alimentación.

Convivencia con un gato positivo en FeLV

Hasta hace poco, los veterinarios recomendaban la eutanasia a la mínima que se detectaba el virus. Pero hoy en día, a sabiendas de que puede tardar años en aparecer, un gato puede tener una vida digna pese a estar enfermo. Aplicando los cuidados necesarios para asegurarse de no exponerlo a otras enfermedades, evitando que conviva con otros gatos, y teniendo siempre a mano el número del veterinario para mantener un contacto directo con él en cuanto haya el menor problema, se puede disfrutar de la convivencia con la mascota con la tranquilidad de saber que se le está ofreciendo una buena calidad de vida.

De hecho, la única contraindicación se da cuando el dueño tiene problemas inmunológicos, en cuyo caso es recomendable que gato pase al cuidado de otro.

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