Para cualquier dueño de gato, dejar a su querido felino en la clínica veterinaria para una operación puede ser desgarrador, incluso cuando está claro que el procedimiento es necesario. Los nervios suelen empezar la noche anterior, con las indicaciones de no darle comida y, en ocasiones, agua para asegurar la seguridad bajo anestesia.
La mañana siguiente puede intensificar esos sentimientos: ver a tu gato hambriento, sediento y confundido por la alteración de su rutina, lo que aumenta su estrés y el tuyo al colocarlo con cuidado en su transportín. Los gatos, animales de costumbres, encuentran perturbadores los cambios repentinos.
El trayecto en coche hacia la clínica puede ser tenso, especialmente si tu gato muestra signos de ansiedad vocalizando. Al llegar y tras completar el papeleo necesario, entregas a tu gato al equipo veterinario. Para las visitas iniciales que implican cirugía, este es un momento delicado de confianza en el personal especializado.
Una vez con el veterinario, el equipo comienza pesando al gato para calcular con precisión la cantidad adecuada de anestesia. Habitualmente, se realiza un análisis de sangre preanestésico para evaluar el funcionamiento de órganos vitales como el hígado y los riñones, asegurando que el gato esté sano para la cirugía. Tras un examen completo, se acomoda al gato en una cómoda jaula con una camita veterinaria suave para su estancia.
Unos 30 minutos antes de la operación, el gato recibe una premedicación que combina un sedante y un analgésico, lo cual ayuda a tranquilizarlo y reduce la dosis necesaria de anestesia. Cuando el sedante hace efecto, el gato es trasladado a la sala de preparación donde la anestesia general se administra rápidamente para inducir inconsciencia.
Durante la cirugía, el veterinario coloca un tubo endotraqueal conectado a una máquina de anestesia que suministra oxígeno y gases anestésicos en dosis exactas. Una enfermera veterinaria monitoriza atentamente la frecuencia cardíaca y respiratoria del gato, ajustando la anestesia para mantener la seguridad durante toda la intervención.
La recuperación de la anestesia requiere atención cuidadosa. Los gatos son vigilados en su jaula durante varias horas tras la operación para asegurar que despiertan sin estrés ni molestias. Las enfermeras veterinarias controlan los signos vitales y la respuesta del gato, ofreciendo atención rápida ante cualquier complicación.
Al recoger a tu gato, el veterinario te proporcionará instrucciones claras de cuidado postoperatorio, que incluyen horarios de medicación, cuidados de la herida y limitaciones de actividad. Es fundamental preparar un espacio tranquilo y cálido en casa para que tu gato pueda descansar con movimientos limitados y evitar posibles daños. La observación cercana ante signos de infección o cambios de comportamiento es esencial durante las primeras 24 horas.
Aunque entregar a tu gato para cirugía genera estrés, los avances veterinarios y la monitorización experta hacen que el proceso sea más seguro que nunca. Cada etapa está diseñada para priorizar el bienestar felino, asegurando anestesia personalizada, cuidados quirúrgicos especializados y una recuperación supervisada. Con una preparación responsable y un cuidado adecuado en casa, tu gato podrá volver sano y encaminado hacia su completa recuperación.