El moquillo felino, conocido también como panleucopenia felina (FPV), es una enfermedad viral grave y altamente contagiosa que afecta principalmente a gatitos jóvenes y gatos adultos no vacunados. Producida por el parvovirus felino, ataca las células que se dividen rápidamente, especialmente en el tracto digestivo y la médula ósea, causando síntomas como diarrea, vómitos, depresión, deshidratación y, en casos severos, la muerte.
Esta enfermedad es causada por el parvovirus felino, un virus resistente similar pero distinto al que provoca el parvovirus canino. Puede infectar tanto a gatos domésticos como a gatos callejeros y otros carnívoros, como hurones y visones, que pueden actuar como reservorios. El virus se elimina principalmente a través de las heces de los animales infectados y es extremadamente resistente, pudiendo sobrevivir meses o incluso años en el ambiente.
Los gatos se infectan por contacto directo con heces infectadas, saliva o con objetos contaminados como platos de comida, ropa de cama o incluso zapatos y prendas. Las gatas gestantes pueden transmitir el virus a sus crías en gestación o a los recién nacidos durante el acicalamiento.
Un reto importante en el manejo del moquillo felino es que los gatos infectados pueden no mostrar síntomas claros, especialmente en etapas tempranas de la enfermedad. Cuando aparecen síntomas, suelen manifestarse entre dos y diez días después de la exposición, y son similares a los del parvovirus canino.
Afortunadamente, los avances en vacunación han hecho que el moquillo felino sea relativamente raro en poblaciones vacunadas. Sin embargo, los gatitos y gatos adultos no vacunados siguen en riesgo, especialmente en ambientes con alta densidad animal o falta de higiene.
Los propietarios deben estar atentos a los siguientes signos cuando se presentan:
El virus no solo afecta el tracto gastrointestinal, sino también la sangre, el sistema linfático, nervioso, reproductor y tejidos oculares. Infecciones bacterianas secundarias debido a la inmunosupresión contribuyen frecuentemente a desenlaces fatales.
Los gatitos sin protección materna ni vacunación activa son los más vulnerables, incluyendo aquellos nacidos de madres no vacunadas. Los gatos que habitan en ambientes sucios o con gran concentración de animales tienen mayor riesgo de exposición y gravedad de la enfermedad.
La vacunación es la piedra angular de su prevención. En España se utilizan tanto vacunas vivas modificadas como vacunas inactivadas, siendo las vivas las que ofrecen una respuesta inmune más rápida. No obstante, están contraindicadas en gatas gestantes y gatitos menores de seis semanas por posibles efectos secundarios.
Los gatitos deben empezar su calendario de vacunación a las ocho semanas, con dosis de refuerzo a las 12 y 16 semanas. Los gatos adultos requieren reforzar periódicamente, generalmente cada tres años, aunque el veterinario podrá recomendar según el riesgo individual.
El control ambiental es fundamental ya que el virus puede permanecer en suelos, baldosas, alfombras y muebles durante años. El uso de lejía diluida en una proporción de 1:32 en agua es muy eficaz para desinfectar.
El moquillo felino es completamente prevenible con una vacunación diligente y buenas prácticas de higiene. Mantén un control claro de las vacunas de tu gato y asegúrate de que cualquier nuevo animal adoptado o comprado esté debidamente vacunado. Esta precaución protege no solo a tu mascota sino a toda la comunidad felina ante esta enfermedad peligrosa.
Respuesta rápida: El moquillo felino, o panleucopenia, es una enfermedad viral contagiosa causada por el parvovirus felino que afecta a células de división rápida y conduce a una patología grave en los gatos.
Esta enfermedad causa un deterioro del sistema inmunitario y síntomas gastrointestinales severos. Se transmite por contacto con excreciones corporales infectadas y contaminación ambiental, perdurando en el ambiente si no se desinfecta adecuadamente. El diagnóstico rápido se basa en el examen clínico y pruebas de laboratorio como la PCR. La vacunación ha reducido drásticamente su incidencia en poblaciones vacunadas, aunque los gatos no vacunados permanecen susceptibles.