El linfoma, o linfosarcoma, es un cáncer común en perros que afecta a los glóbulos blancos llamados linfocitos. Estos se propagan por órganos como los ganglios linfáticos, el bazo, la médula ósea y el hígado. Representa hasta el 24% de todos los cánceres caninos diagnosticados en España, lo que subraya su prevalencia y la importancia de la concienciación y detección temprana.
El linfoma suele aparecer debido a factores genéticos heredados en la línea de sangre del perro. Un historial familiar de linfoma aumenta el riesgo, pero también pueden influir factores ambientales, como la exposición a tóxicos o pesticidas, incluso en perros sin antecedentes ancestrales.
Cualquier perro puede desarrollar linfoma, pero el riesgo aumenta a partir de la mediana edad, generalmente desde los siete años, y aún antes en algunas razas grandes. Algunas razas con mayor susceptibilidad incluyen:
Entre estas razas, el Golden Retriever tiene un riesgo particularmente alto, con estimaciones que sugieren que hasta uno de cada ocho perros puede desarrollar linfoma en su vida. Los Teckel y Pomerania, aunque también vulnerables, presentan tasas comparativamente menores.
El linfoma se clasifica en etapas que reflejan la extensión y gravedad de la propagación cancerosa:
Comprender la etapa es fundamental para el pronóstico y planificación del tratamiento.
Los ganglios linfáticos, o glándulas linfáticas, son partes esenciales del sistema inmunológico. Están distribuidos por el cuerpo del perro, comúnmente en el cuello, axilas, abdomen y extremidades. Los ganglios filtran el líquido linfático y ayudan a combatir infecciones. La inflamación de estos ganglios suele ser el primer signo de linfoma.
La detección temprana mejora el pronóstico. Los síntomas varían según la ubicación del linfoma, pero pueden ser generales o localizados:
Si el linfoma se extiende a los pulmones, puede causar tos y dificultades respiratorias, mientras que el linfoma gastrointestinal puede originar heces con sangre o problemas digestivos persistentes. Los síntomas que afectan la piel, los ojos o el sistema nervioso varían y requieren diagnóstico veterinario.
El veterinario empleará varias técnicas, tales como:
Un diagnóstico oportuno es crucial para iniciar el tratamiento y controlar la enfermedad.
El linfoma es una enfermedad agresiva, pero el tratamiento puede mejorar la calidad de vida y prolongar la supervivencia. Sin tratamiento, la supervivencia media es de aproximadamente dos meses. La quimioterapia es el tratamiento más común y puede lograr la remisión, especialmente en etapas tempranas. El uso de prednisona puede ayudar a aliviar síntomas, pero no suele ser un tratamiento definitivo por sí sola.
Aunque la cura total es rara, la quimioterapia puede añadir años de vida confortable con un buen cuidado veterinario y seguimiento regular. La intervención veterinaria temprana es clave para ofrecer a tu perro la mejor oportunidad de una buena calidad de vida durante el tratamiento.
Apoyar a tu perro con una nutrición adecuada, manejo del dolor y cuidados emocionales durante el tratamiento promoviendo su bienestar. Consulta siempre con tu veterinario para recibir orientación personalizada y para discutir el mejor plan de tratamiento según la situación de tu mascota.