La displasia de cadera es una condición que, aunque más común en perros, también puede afectar a los gatos, causando dolor debido al desarrollo anormal de la articulación de la cadera. En esta afección, la cabeza del fémur no encaja correctamente en la cavidad, lo que provoca inestabilidad articular, dolor y degeneración progresiva que afecta la movilidad y la calidad de vida de los gatos.
Comprender la displasia de cadera en gatos es fundamental para una tenencia responsable y una intervención temprana. Esta guía aborda las causas, síntomas, diagnóstico, opciones de tratamiento y manejo a largo plazo para ayudar a tu gato a vivir cómodamente.
La displasia de cadera es una condición hereditaria causada por múltiples genes, por lo que puede transmitirse silenciosamente de padres a crías aunque los progenitores no muestren signos. Factores ambientales como un crecimiento rápido o el sobrepeso pueden agravar la malformación articular. La gestión del riesgo implica prácticas de cría cuidadosas y vigilancia de los gatos susceptibles para detectar señales de problema.
Los gatos de raza pura son más propensos a desarrollarla, por lo que conocer la ascendencia de tu gato ayuda a evaluar el riesgo.
Algunas razas de pedigree presentan mayor susceptibilidad a la displasia de cadera. Por ejemplo, los gatos Maine Coon tienen una incidencia elevada, con aproximadamente un 18 % que desarrollan esta condición. También la raza persa está en riesgo. Los gatos de gran tamaño y huesos pesados tienden a ser más vulnerables, aunque gatos más pequeños también pueden padecerla. Las hembras parecen estar afectadas con más frecuencia que los machos.
Los síntomas suelen desarrollarse gradualmente y pueden ser sutiles. Es importante saber qué observar:
Si detectas estos signos, especialmente en razas susceptibles, consulta al veterinario cuanto antes para evaluación.
El veterinario realizará un examen físico completo y probablemente solicite radiografías para visualizar las articulaciones de la cadera y evaluar su forma y encaje. Pruebas de sangre y análisis de orina pueden descartar otras causas de cojera. Aportar el historial genético de tu gato ayuda a confirmar el diagnóstico.
El manejo depende del grado de afectación. En casos leves suele optarse por métodos no quirúrgicos como:
En casos avanzados o con mucho dolor, la cirugía puede ser la mejor opción para mejorar la movilidad y la calidad de vida. Las técnicas quirúrgicas varían y el veterinario recomendará la más adecuada según el estado de tu gato.
Tras el diagnóstico y tratamiento, el cuidado constante es clave. Mantén un peso saludable, proporciona ejercicio adecuado sin sobrecargar, y programa revisiones veterinarias periódicas para monitorizar la salud de las caderas.
No se debe reproducir gatos con displasia de cadera, pues pueden transmitir la enfermedad a sus crías. Los criadores responsables realizan pruebas para detectar esta condición y evitan criar con animales afectados.
Comprendiendo la displasia y colaborando estrechamente con el veterinario, garantizarás que tu gato tenga la mejor calidad de vida posible a pesar de esta afección.