La displasia de cadera es una afección de salud potencialmente grave que afecta las articulaciones de la cadera en los perros, donde la cabeza del fémur y el acetábulo no encajan correctamente. Esta malformación puede causar dolor, rigidez y dificultad para moverse, a veces requiriendo intervención quirúrgica. Aunque comúnmente se asocia con razas grandes como el pastor alemán, los perros de razas pequeñas, como el Carlino (Pug), también pueden verse afectados, aunque con menor frecuencia.
En perros más pequeños, esta condición puede agravarse debido a sus extremidades comparativamente delicadas, lo que hace que la detección temprana y el monitoreo sean aún más importantes para prevenir el empeoramiento de los síntomas.
La displasia de cadera es hereditaria a través de rasgos conformacionales. Los cachorros con padres afectados por displasia de cadera o que han sido sometidos a cirugía correctiva tienen un mayor riesgo. En España, los veterinarios recomiendan realizar pruebas radiográficas para evaluar la calidad de las caderas y el riesgo de displasia, especialmente en animales de crianza.
Para muchas razas pequeñas, estas pruebas no se realizan de forma rutinaria, por lo que al considerar un cachorro, es aconsejable consultar al criador sobre el historial de problemas de cadera o si se ha realizado alguna evaluación en la línea genética. Este es un paso fundamental para una tenencia responsable y para apoyar prácticas de cría ética en España.
Al elegir un cachorro, intente observar a la madre y, si es posible, al padre. Observe su movimiento y andar en busca de signos de malestar o irregularidades. Un paseo estable y cómodo, sin rigidez o renuencia a moverse, es un buen indicador. Aunque no garantiza nada, esta observación puede proporcionar pistas sobre la posible salud de cadera del cachorro.
Los signos de displasia de cadera generalmente se desarrollan de forma gradual. Aunque las pruebas definitivas mediante radiografías se suelen realizar cuando los perros tienen más de dos años, una vez que han madurado completamente, los síntomas suelen surgir antes. Típicamente, los perros de razas pequeñas empiezan a mostrar signos entre los cuatro meses y un año de edad, siendo muchos evidentes para su primer cumpleaños.
Los síntomas iniciales pueden ser sutiles, pero vigilar estos indicios puede ayudar a detectar la condición temprano:
Si observa alguno de estos signos, programe una cita con el veterinario cuanto antes, donde puede realizar exámenes físicos o radiografías para confirmar el diagnóstico y orientar el tratamiento o manejo adecuado.
Si su perro tiene dos años o más y no muestra signos de displasia de cadera ni ha sido diagnosticado, es muy probable que sus caderas estén en condiciones normales. A esta edad, la conformación de la cadera y los problemas relacionados generalmente se han manifestado completamente.
Ser observador y proactivo es clave:
Los veterinarios en España diagnostican la displasia de cadera mediante exámenes clínicos y radiografías. La detección temprana conduce a mejores resultados en el manejo y puede ayudar a mantener la calidad de vida de su perro.
Al educarse sobre la displasia de cadera y vigilar a su perro pequeño para detectar signos tempranos, asegura que su compañero reciba el cuidado que merece con el mínimo dolor y el máximo bienestar.