Elegir, comprar, almacenar y alimentar a tu perro con su comida habitual es fundamental para ser un propietario responsable. Aunque muchos dueños dedican tiempo a seleccionar el alimento adecuado y proveedores fiables, a veces se presta menos atención a cómo se guarda y ofrece la comida en casa. Sin embargo, un almacenaje o servicio inadecuado puede provocar contaminación, deterioro o pérdida de nutrientes antes de que tu perro siquiera coma su plato.
Esta guía completa destaca siete errores comunes que los dueños de perros suelen cometer al gestionar la alimentación de sus mascotas. Conociendo y evitando estos fallos, podrás asegurar que la comida de tu perro se mantenga fresca, nutritiva y segura, apoyando su salud y bienestar general.
Muchos dueños pasan el alimento seco del saco a un recipiente para almacenaje por comodidad y frescura, y luego tiran el envase original. Sin embargo, conservar el saco original es importante. Contiene información esencial como la fecha de caducidad, número de lote, tipo de alimento y pautas de alimentación. Mantenerlo te permite consultar instrucciones, confirmar detalles del producto o proporcionar datos útiles a tu veterinario si fuera necesario.
Si alimentas directamente del saco, asegúrate de cerrarlo herméticamente tras cada uso. Muchas marcas de comida para perros en España cuentan con cierres reutilizables como liners de aluminio o cierres zip para conservar la frescura. Dejar las bolsas abiertas expone el alimento al aire, humedad y plagas, que pueden hacer que se ponga rancio o albergue bacterias como la Salmonella. Usa pinzas o selladores de bolsas para mantener el aire fuera entre comidas.
Aunque comprar sacos grandes puede reducir el coste por ración, comprar cantidades mayores de lo que tu perro consume rápido puede ser contraproducente. Las aperturas frecuentes y la exposición al aire degradan la calidad del alimento con el tiempo. Si compras sacos grandes, divide la comida en recipientes herméticos más pequeños y abre uno solo a la vez para prolongar la frescura.
La comida de tu perro debe almacenarse como cualquier buen producto seco: en un lugar fresco, seco, alejado de la luz directa, olores fuertes y cambios extremos de temperatura o humedad. Evita guardar la comida cerca de productos químicos de limpieza o bajo fregaderos donde es probable que haya humedad. Estos ambientes pueden contaminar o estropear el alimento, comprometiendo su valor nutricional.
Verter restos de comida de un saco viejo en uno nuevo puede parecer práctico, pero debe evitarse. La comida vieja en envejecimiento o contaminación puede introducir bacterias en la comida fresca, acelerando su deterioro. Siempre termina un envase antes de abrir o rellenar otro para mantener la seguridad alimentaria.
Si tu perro no termina una lata de comida húmeda, no guardes las sobras abiertas en la lata o al aire en la nevera. Transfiere el resto a un recipiente limpio, no metálico y hermético para evitar sabor metálico y contaminación. Antes de volver a alimentar, lleva la comida a temperatura ambiente para mayor palatabilidad y mejor digestión.
Así como te lavas las manos y usas platos limpios para tus comidas, aplica cuidados similares cuando alimentes a tu perro. Lava bien los comederos tras cada comida para evitar la acumulación bacteriana. Lávate las manos antes y después de alimentar para no transferir suciedad o gérmenes al plato de tu mascota. La buena higiene protege la salud digestiva de tu perro y previene enfermedades.
Gestionar con atención el almacenamiento y servicio de la comida de tu perro crea un entorno seguro y fresco que fomenta su salud y felicidad. Recuerda que pequeños cambios, como conservar el envase original o guardar bien la comida, pueden marcar una gran diferencia en el bienestar de tu compañero.
Para quienes buscan encontrar cachorros o consejos sobre criadores responsables, siempre prioriza la procedencia ética y la tenencia responsable para asegurar una vida feliz para ti y tu nuevo amigo.