El hígado de los perros es un órgano vital responsable de muchas funciones esenciales, como el metabolismo de los alimentos, la producción de enzimas y bilis para la digestión, el almacenamiento de glucógeno, la desintoxicación y la regulación hormonal. Aunque se le atribuyen alrededor de 500 funciones, muchas aún están en estudio, lo que demuestra la importancia de mantener la salud hepática para el bienestar general de tu perro.
La enfermedad hepática en perros es un problema de salud serio, especialmente común en mascotas mayores. Suele desarrollarse de forma progresiva y sus síntomas pueden ser sutiles al principio, lo que dificulta una detección temprana pero es clave para un tratamiento eficaz. Reconocer los signos iniciales permite acudir a un veterinario a tiempo y mejorar el pronóstico.
Las infecciones virales y bacterianas son causas frecuentes de enfermedad hepática en perros. La hepatitis infecciosa canina, causada por el adenovirus tipo 1, produce inflamación hepática y puede derivar en cicatrices crónicas en el hígado. La leptospirosis, transmitida por agua contaminada, daña el hígado y los riñones, y es zoonótica, por lo que también puede afectar a las personas. Las infecciones fúngicas son menos comunes en España pero también pueden afectar al tejido hepático. Las infecciones no tratadas o resistentes agravan el daño hepático con el tiempo.
Traumatismos como atropellos o caídas pueden causar daño directo en el hígado, que puede manifestarse de inmediato o meses después. Es fundamental una revisión veterinaria tras cualquier accidente aunque el perro aparentemente esté bien. Además, el golpe de calor durante el verano constituye un riesgo grave que puede provocar insuficiencia hepática aguda o daños hepáticos permanentes, por lo que nunca dejes a tu perro solo en coches al sol ni expuesto a temperaturas extremas sin formas de refrescarse.
Una alimentación desequilibrada puede causar estrés y fallo hepático a largo plazo. Es importante ofrecer dietas completas y adaptadas a la edad para mantener la salud del hígado. Enfermedades metabólicas como la diabetes mellitus y el síndrome de Cushing (hiperadrenocorticismo) también pueden originar alteraciones grasosas en el hígado y afectar su función. Las revisiones veterinarias periódicas ayudan a diagnosticar y controlar estas patologías tempranamente.
Algunos fármacos, especialmente analgésicos veterinarios y esteroides usados por largo tiempo, pueden producir toxicidad hepática debido al procesamiento hepático de estas sustancias. Aunque son necesarios para tratar otras enfermedades crónicas, el veterinario equilibrará sus beneficios y riesgos y realizará controles hepáticos regulares.
Algunos perros nacen con problemas hepáticos congénitos como los shunts portosistémicos, vasos sanguíneos anómalos que desvían la circulación hepática y causan acumulación de toxinas y desarrollo insuficiente del hígado. La detección precoz mediante pruebas, especialmente en cachorros de razas predispuestas, facilita intervenciones médicas o quirúrgicas. Las prácticas responsables de cría y controles previos al apareamiento son clave para reducir problemas hereditarios hepáticos.
La exposición a toxinas es un riesgo crítico para el daño hepático agudo. Los perros pueden ingerir sustancias peligrosas como xilitol (presente en productos sin azúcar), pesticidas, ciertas plantas o productos químicos domésticos. Como el hígado filtra estas toxinas en sangre, puede sufrir lesiones severas tras la ingestión. En caso de sospecha de envenenamiento, acudir al veterinario de inmediato para atención de soporte mejora las chances de recuperación.
Los perros mayores pueden desarrollar tumores hepáticos como carcinoma hepatocelular o hemangiosarcoma, que deterioran la función hepática y la salud general. También puede haber metástasis hepáticas de tumores originados en otros órganos. Enfermedades inflamatorias e inmunomediadas también causan hepatitis y sobrecarga hepática. El tratamiento y pronóstico varían según la causa y el avance, subrayando la necesidad de diagnóstico veterinario continuo.
Respuesta rápida: Los primeros signos incluyen letargo, disminución del apetito, vómitos, ictericia (coloración amarilla de encías o ojos), aumento de la sed y cambios en el comportamiento. Estos indicadores sutiles requieren evaluación veterinaria urgente.
Explicación detallada: La enfermedad hepática se presenta a menudo con síntomas vagos que pueden confundirse con otros problemas. Vigila si tu perro está inusualmente cansado, pierde interés en la comida, vomita, tiene diarrea o muestra dolor abdominal. La ictericia, con amarillamiento de ojos, piel o encías, es un signo distintivo de problemas hepáticos. Cualquier cambio repentino o inexplicable en el comportamiento o funciones del perro debe motivar una consulta veterinaria.
El manejo de la enfermedad hepática depende de la causa subyacente. Se pueden prescribir terapias de apoyo como dietas especializadas, medicamentos para apoyar la función hepática y fluidoterapia. Frente a infecciones, son esenciales los antibióticos o antifúngicos. Las cirugías pueden ser necesarias para shunts congénitos o tumores. El seguimiento regular y la intervención temprana mejoran la calidad de vida y la supervivencia. La colaboración estrecha con tu veterinario es fundamental para un tratamiento personalizado y responsable.
Recuerda que la detección precoz puede marcar una gran diferencia. Si sospechas que tu perro está enfermo, consulta con el veterinario para asegurar el mejor cuidado posible de tu querido compañero.