La atrofia progresiva de retina (PRA) en perros es una enfermedad genética hereditaria que provoca una degeneración gradual de la retina, lo que lleva a una pérdida progresiva de la visión y, finalmente, a la ceguera. Afecta a las células sensibles a la luz del ojo, comenzando con dificultades para ver de noche antes de afectar la visión diurna. Al ser una enfermedad genética, no existe ninguna causa ambiental o contagiosa.
La PRA es un conjunto de enfermedades hereditarias que causan el deterioro de las células de la retina, especialmente los bastones y conos, con el tiempo. Primero se afectan los bastones, que permiten la visión en ambientes con poca luz, lo que causa ceguera nocturna. Posteriormente, fallan los conos, responsables de la visión diurna y del color, resultando en ceguera total. La enfermedad es indolora y afecta ambos ojos por igual.
Cualquier perro que tenga mutaciones genéticas hereditarias relacionadas con la PRA puede desarrollar esta condición, incluyendo perros mestizos con ascendencia susceptible. Sin embargo, ciertas razas en España presentan mayor predisposición, como el Caniche (Poodle), el Labrador Retriever, el Akita Inu, el Cocker Spaniel, el Papillón, el Samoyedo, el Terrier Tibetano, el Spaniel Tibetano y el Husky Siberiano.
La PRA habitualmente se manifiesta entre los tres y ocho años de edad. Los primeros síntomas incluyen dificultad para ver en ambientes con poca luz o en la oscuridad y cierta reticencia a moverse durante el crepúsculo. A medida que avanza, las pupilas se dilatan y pueden parecer reflectantes o brillantes en luz tenue. En algunos casos, se desarrollan cataratas que causan una apariencia turbia o blanquecina en el cristalino, complicando el diagnóstico.
La pérdida de visión es gradual, taking meses o años. Los perros suelen adaptarse bien utilizando otros sentidos como el olfato y la audición. Los propietarios a menudo no notan el problema hasta que la pérdida visual está avanzada.
Si se sospecha PRA, el veterinario recopilará un historial clínico detallado, incluyendo el origen genético del perro. Se realiza una exploración ocular minuciosa mediante oftalmoscopia. Si hay cataratas que impiden la visualización clara, puede ser necesaria una electroretinografía (ERG) bajo anestesia general para medir la función retinal. La derivación a un oftalmólogo veterinario garantiza un diagnóstico preciso y la valoración de la gravedad.
Actualmente no existe cura ni tratamiento efectivo para revertir la PRA. A veces se recomienda terapia con antioxidantes y dietas ricas en antioxidantes para intentar ralentizar la progresión, aunque la evidencia es limitada. La investigación en terapia génica continúa, pero aún no es una opción práctica.
Los perros con PRA requieren un manejo cuidadoso para conservar su calidad de vida. Dependen más de rutinas constantes, entornos familiares y órdenes verbales para el adiestramiento a medida que su visión disminuye. Los dueños deben evitar mover el mobiliario con frecuencia y asegurarse de minimizar los riesgos en casa y el exterior.
Cuando salgan a la calle, los perros ciegos deben estar siempre atados, especialmente cerca de carreteras o zonas peligrosas. Proporcionar entornos seguros y estables facilita la confianza y reduce el estrés en perros que se adaptan a la pérdida visual.
Dado que la PRA es hereditaria, las prácticas responsables de cría son esenciales. La realización de pruebas de ADN a los futuros reproductores para detectar mutaciones genéticas relacionadas con la PRA puede identificar portadores. Los criadores comprometidos con la reducción de la PRA evitan emplear perros con alto riesgo para la reproducción. Se anima a los futuros compradores de cachorros a solicitar los resultados de pruebas de salud para confirmar un cribado y cuidado responsables.
La atrofia progresiva de retina (PRA) es una enfermedad ocular genética grave que puede ocasionar pérdida progresiva de visión y ceguera en muchas razas de perros. Aunque es incurable, la identificación temprana permite a los propietarios adaptar el entorno y estilo de vida de su perro para preservar la mejor calidad de vida posible. La cría responsable con pruebas genéticas puede ayudar a reducir futuros casos de PRA. Consultar con un veterinario o especialista es fundamental si se sospecha PRA en un perro.