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Manifestaciones del estrés en las mascotas
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Manifestaciones del estrés en las mascotas

El tema que nos ocupa en este artículo está muy en boga actualmente debido a que vivimos en una sociedad de consumo dominada por las prisas, los nervios, la comida rápida y la contaminación, entre otros problemas a los que  últimamente se añade el tan comprometido cambio climático.

La conducta es el resultado de la interacción organismo/ambiente para producir una respuesta. Esto quiere decir que la conducta que desarrolla un animal en un momento concreto estará determinada en parte por su genotipo y en otra parte variable por el ambiente en el que se ha desarrollado su vida. Determinados estímulos inciden en el SNC para producir una respuesta en cada momento. Estos estímulos pueden ser externos (ambiente) o internos (hormonales). La respuesta producida (conducta) puede ser innata (estereotipada) o aprendida (experiencia).

Definición

Se define el estrés como la respuesta de un organismo a una demanda que le obliga a cambiar o adaptarse. La manera en la que un animal responda a estas demandas determinará su conducta. Cualquier estímulo recibido causa estrés y éste es el determinante que hace que un organismo se adapte.

Mecanismo

Los mecanismos del estrés consisten en una activación del eje hipotálamo -hipófisis- adrenales, aumento de glucocorticoides en el torrente circulatorio y de la liberación de catecolaminas y activación del componente simpático. En la conducta esos cambios se reflejan en la comunicación agonística de lucha o de huída o en el efecto totalmente contrario, la inhibición de todo comportamiento. El control se efectúa sobre todo a nivel hipotalámico, con la liberación de CRH (hormona liberadora de corticotropina). Otras sustancias intervienen también desencadenando la conducta, por ejemplo la vasopresina, que induce al marcaje en estas situaciones. Otras conductas relacionadas son la de acicalamiento, la actividad general, la coprofagia, la agresividad, las conductas compulsivas, etc.

El estrés es la causa principal de muchos problemas de comportamiento entre los que se encuentran la agresividad, la ansiedad, la hiperactividad, las estereotipias o conductas compulsivas, las fobias y la eliminación inadecuada.

La corteza cerebral -que regula las áreas del pensamiento- y el sistema límbico -que regula las emociones- actúan contrariamente. Si un animal está sometido a una emoción fuerte dejará de pensar y viceversa.

Ante una situación de estrés (miedo, hambre, daño físico, etc) el hipotálamo hace que la hipófisis anterior libere hormona ACTH, la cual actúa sobre la corteza de las glándulas adrenales para que éstas a su vez liberen glucocorticoides. Estos glucocorticoides tienen efecto inmunosupresor (inhibiendo a los linfocitos T colaboradores de clase 1 y a los macrófagos)

Debido a su complejidad, la interrelación de la inmunidad con la neurología y la endocrinología aun no está completamente comprendida, pero existen sólidas evidencias de la comunicación tridireccional entre los sistemas inmune, nervioso y endocrino. Algunas de ellas pueden ser:

  • Ratones que han sido sometidos a confinamiento diario, durante 1 hora, en una caja pequeña, resultan incapaces de recuperarse a inoculaciones virales subletales para ratones normales.
  • Monos separados de sus familias o compañeros experimentan una severa disminución de las respuestas de activación linfocitaria ante estímulos antigénicos.
  • Esas mismas respuestas se observan mermadas en la mayoría de las especies, incluyendo el hombre, durante períodos de estrés (emocionales, ambientales, fisiológicos, de relación, etc).

Efectos beneficiosos

El ser humano, desde hace centurias, ha probado métodos variados para mejorar el desarrollo. Algunos de ellos han resistido el paso del tiempo, otros no. Algunos de los que enfocaron su búsqueda en este tópico, creyeron que los años tempranos de vida era el periodo más importante para la estimulación dada la velocidad de crecimiento y desarrollo.

Actualmente, sabemos que en los primeros años de vida, la inmadurez psicológica de un organismo hace que éste sea receptivo sólo a un tipo restringido de estimulación. Por su importancia, muchos estudios han focalizado sus esfuerzos en los primeros meses de vida.

Los recién nacidos se diferencian unívocamente de los adultos en diversos aspectos. Cuando nacen, sus ojos están cerrados y su sistema digestivo tiene una capacidad limitada, requiriendo estimulación periódica por parte de su madre, que rutinariamente los lame para activar la digestión. A esta edad, sólo son capaces de oler, succionar y arrastrarse. La temperatura corporal se mantiene gracias a permanecer acurrucados cerca de su madre o reptar hasta formar grupos con sus compañeros de camada. Durante esas pocas primeras semanas de inmovilidad, los estudiosos han observado que esos inmaduros y subdesarrollados caninos son sensibles a una restringida clase de estímulo, que incluye estimulación térmica táctil, locomoción y movimiento.

Otros mamíferos, como los ratones y las ratas, también nacen con limitaciones y también han venido a demostrar que existe una sensibilidad similar hacia los efectos de la estimulación temprana. Los estudios muestran que sacarles de su nido  durante tres minutos cada día, a lo largo de los cinco a diez primeros días de vida, hace que la temperatura del cuerpo descienda por debajo de lo normal. Esta leve forma de estrés es bastante para estimular el sistema hormonal, la pituitaria y la segregación de adrenalina. Más tarde, cuando a esos mismos sujetos se les hacen pruebas ya de adultos, evidencian una mayor resistencia al estrés que sus compañeros de camada que no estuvieron expuestos a estos ejercicios tempranos.

Los datos de laboratorio relacionados con ratones y ratas también muestran que el estrés en pequeñas dosis produce adultos que dan respuestas intensas. Por otro lado, los resultados obtenidos de hermanos con los que no se han practicado dichos ejercicios, evidencia que se cansan rápidamente e, incluso, podrían fallecer si se le expusiera a un grado intenso y prolongado de estrés. Cuando se les ata de forma que no sean capaces de moverse durante 24 horas, las ratas desarrollan úlceras de estómago severas; pero, aquellas compañeras de camada a las que se expuso de forma temprana al estrés, resultaron ser más resistentes a estas pruebas y no mostraban síntomas de úlcera.

Igualmente, se detectó un efecto secundario. La madurez sexual fue alcanzada antes por aquellos sujetos sometidos a ejercicios tempranos de estrés. Cuando se les realizaban pruebas relativas a fijar las diferencias de salud y enfermedades, los animales estresados precozmente probaron ser más resistentes hacia ciertas variedades de cáncer y enfermedades infecciosas, podían controlar su hambre extrema y la exposición al frío durante periodos más largos que sus compañeros de camada no estimulados precozmente.

Aunque los estudios aún no han concluido datos específicos sobre los grados óptimos de estrés necesarios para obtener animales jóvenes psicológica y fisiológicamente superiores, sí se puede convenir que el estrés tiene un valor. Lo que también se sabe, es que una cierta intensidad de estrés que es tolerable para un individuo, puede ser intolerable para otro. Igualmente, se sabe que un exceso de estrés puede retardar el desarrollo. Los resultados demuestran que los ejercicios de estimulación temprana pueden tener efectos positivos, pero deben ser utilizados con cautela. En otras palabras, demasiado estrés podría producir desviaciones patológicas, más que beneficios físicos o psicológicos.

Se han observado los siguientes cinco beneficios en los perros con los que se practicó los ejercicios de estimulación:

  1. Mejoras en el desarrollo cardiovascular.
  2. Latidos cardiacos más potentes.
  3. Glándulas adrenales fortalecidas.
  4. Mayor tolerancia al estrés.
  5. Mayor resistencia a la enfermedad.

Los estudios de Scott y Fuller confirman que los no enriquecidos, cuando se les da la oportunidad de salir libremente de sus cunas, prefieren permanecer en ellas. Otros compañeros de camada a los que se les estimuló levemente, entre las semanas quinta y octava de edad, resultaron ser muy inquisitivos y activos. Cuando se dejaron las puertas de las casetas abiertas, éstos últimos salieron dando saltitos, mientras que los primeros  permanecían detrás. Los no estimulados suelen ser asustadizos ante objetos no familiares para ellos y normalmente son evitadores antes que exploradores.

Efectos perjudiciales

El estrés cursará con elevación de sus principales indicadores: cortisol, aldosterona y colesterol. En el medio interno se producirá una hiperglucemia, que junto a las alteraciones hematológicas son los cambios más típicos del estrés: leucocitosis, neutrofilia, linfopenia y eosinopenia (leucograma del estrés).

Numerosos motivos pueden ser causa de estrés, entre ellos manejo inadecuado, transporte, inmovilización, excesivo ejercicio físico, cambios climáticos extremos, calor, traumatismos, palpación rectal, destete temprano, desnutrición , dolor, miedo, angustia, confinamiento, hacinamiento, cambios de rutina e interacciones sociales desagradables.

Es importante para tener los conceptos claros, poder diferenciar los mecanismos fisiológicos que se presentan en la alarma simpática y el estrés, (el “síndrome de lucha y fuga” y el “síndrome general de adaptación”).

En las situaciones de estrés, los individuos parecen ser más susceptibles a diversas enfermedades como las infecciones o el cáncer, por lo que se ha planteado que las experiencias vitales estresantes podrían afectar al estado de salud del individuo, al alterar la función inmune. Este planteamiento no es nuevo, sin embargo el conocimiento de los mecanismos implicados es relativamente reciente. Aunque hay pocos estudios en humanos que ponen de manifiesto que la enfermedad es un resultado directo de cambios en la función inmune inducidos conductualmente, los datos obtenidos con animales son abundantes.

Es bien sabido que en la situaciones de estrés se produce una activación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA) con la consiguiente elevación de los niveles de ciertas hormonas como la CRH, la ACTH y los glucocorticoides, así como una activación del SN simpático que libera catecolaminas. La activación del eje HHA parece constituir un mecanismo de regulación de la función inmune por parte del sistema nervioso para evitar que una excesiva activación del sistema inmune pueda poner en peligro la homeostasis. Si en las situaciones de estrés hay una intensa y prolongada activación de este mecanismo natural de control de la actividad inmune, la liberación continuada de estas hormonas puede llegar a producir un estado inmunosuprimido. Se considera que los glucocorticoides constituyen uno de los principales mecanismos mediadores de la inmunosupresión producida por estrés. Algo similar podría decirse en relación con las catecolaminas liberadas por la médula adrenal.

Ante situaciones de amenaza o de peligro, los organismos desencadenan una serie de respuestas fisiológicas que favorecen su supervivencia, poniendo en marcha mecanismos que favorecen una respuesta rápida. Sin embargo otras situaciones no son realmente de peligro y se interpretan como tales produciendo la misma respuesta. Esto es debido a la percepción del animal de la situación, es decir, cómo es procesada ésta a nivel cognitivo en el SN. Los estímulos recibidos como estresores pueden afectar al estado emocional activándose el sistema límbico, que envía información al hipotálamo, principal centro regulador del sistema endocrino y del SN autónomo, que se comunican con el sistema inmune. Por tanto, los estresores pueden afectar la salud del individuo aumentando la susceptibilidad a las infecciones. El SN, el sistema endocrino y el sistema inmune constituyen un integrado y único sistema de defensa.

¿Y si el estrés continúa?

¿Hasta dónde puede llegar el efecto de un estrés crónico en un animal? Pues hasta una situación inimaginable; la indefensión aprendida. Esto puede ocurrir, por ejemplo, por causa de castigos inconsistentes, es decir, en los que el perro no sabe ni entiende el por qué del mismo ni cómo salir de allí. Es la situación en la que el perro aprende que por mucho que intente salir de ella no va a tener éxito porque no tiene ningún control,  por lo que se abandona y entra en un bloqueo producido por un estrés continuo que desemboca en un estado de letargia y depresión.

Obviamente no todos los casos son tan graves, pero partiendo del extremo  entiendo que usted podrá darse cuenta de las situaciones en las que su perro no aprende porque está emocionalmente afectado o desarrolla conductas anómalas, como agresividad, ansiedad o fobias por situaciones agudas de estrés que lo ponen en la disyuntiva de huir, atacar o mantener una ansiedad permanente.

Fisiológicamente, si ponemos a un animal en una situación conflictiva se desencadena el mecanismo del estrés. Mientras el perro se encuentra en la reacción de emergencia, el mecanismo que digamos que sería contrario, es decir, el pensamiento, se encuentra inhibido. Por lo tanto tenemos un animal que intentará salir de esa situación mediante un mecanismo reflejo que procede de uno de sus instintos básicos; la supervivencia. La pregunta en ese momento es: “¿huyo o ataco?” Pero ¿y si realmente no es necesario reaccionar de esa manera? Si la situación no es una emergencia biológica el gasto que sufre el organismo es innecesario en relación costes- beneficios.

Si la situación se hace crónica pueden ocurrir varias cosas:

  • Los umbrales de la agresividad y el miedo disminuyen, con lo cual estas dos reacciones se desencadenarán más fácilmente y ante estímulos cada vez menos predecibles.
  • Se llega a una sensación de ansiedad generalizada, ya que el coste biológico del mecanismo de emergencia ya no puede ser satisfecho, con lo que se utilizan otros recursos destinados a otras funciones orgánicas, como el crecimiento o la inmunidad.
  • Se compromete el crecimiento, el sistema inmunológico, la capacidad de aprendizaje y la memoria, así como la capacidad de responder al dolor y el ciclo sueño- vigilia.

Se ha visto, según estudios neuropsicológicos, que existe una predisposición genética en algunos individuos a padecer los efectos derivados del estrés. Tenemos entonces animales que tienen más tendencia a la emocionalidad, entendiendo como tal todo lo que se refiere a estrés, ansiedad, miedo e hiperactividad. Sin embargo otros que son genéticamente más equilibrados, utilizarían la cognición versus la emoción.

Éstos, junto con el tiempo de recuperación tras una situación estresante, son rasgos que constituyen parte de las cualidades psicofísicas de un perro y que hay que analizar y tener en cuenta a la hora de emprender cualquier trabajo o entrenamiento con el mismo. Son elementos que contribuyen al éxito o fracaso que se experimenta cuando se trabaja con un perro.

Otro dato curioso es que la exposición a una situación de estrés agudo, favorece en el animal el recuerdo de esa experiencia, debido a que ciertas sustancias liberadas intervienen en los mecanismos cerebrales de la memoria. Por tanto, un perro recordará muy bien las experiencias de miedo y agresividad -por ejemplo- y nos será más difícil tratarlos. Al fin y al cabo, como he dicho antes, es un mecanismo que favorece la supervivencia. Y la conducta no es más que la reacción del sistema nervioso central ante los estímulos del ambiente, para lo cual es muy valiosa la experiencia previa del animal adquirida mediante el aprendizaje, sin el cual prevalecerán los instintos básicos: supervivencia y reproducción.

¿Cómo podemos influir para disminuir el estrés?

El objetivo es devolver el equilibrio al organismo. Esto depende de en qué manera se ha visto afectado éste y de su gravedad. Dependiendo del caso, se utilizan varios métodos, unidos todos ellos o sólo en parte, dependiendo del problema que se trate:

  • Pautas de modificación de conducta basadas en el adiestramiento o entrenamiento del perro, la estimulación mental, el ejercicio y la modificación del ambiente, en el que se incluye la implicación directa del propietario.
  • Alimentación sana y equilibrada con una dieta controlada y de calidad.
  • Medicación encaminada a restituir los elementos químicos que se han desequilibrado o destruido en el sistema nervioso central y endocrino.

Artículo escrito por Rosana Álvarez Bueno, Veterinaria especialista en Etología clínica y asesora en comportamiento canino y felino. :

 

 

 

 

 

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