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El chequeo médico y la consulta etológica
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El chequeo médico y la consulta etológica

Cuando un cliente nos llama por un problema de comportamiento de su mascota y se adentra, por tanto, en el mundo de la etología aplicada, muchas veces se sorprenden al ver que tras el análisis de la situación (anamnesis), los especialistas en etología nos encontramos con la necesidad de descartar posibles problemas orgánicos (dolor, prurito, enfermedades sistémicas, problemas neurológicos, etc.) que pudieran ser causa directa de la conducta de la mascota o estar contribuyendo al problema conductual.

No es por capricho.

Los etólogos necesitamos realizar una visión general y completa de la situación, si queremos resolver el problema de conducta y mejorar el bienestar del animal y de las personas que convivan con la misma (muchas veces la calidad de la relación entre los miembros de la familia y la mascota empeora).

Descartar un problema orgánico

Un chequeo médico básico consistente en exploración general, analítica básica, exploración neurológica, análisis del tiroides (en casos de agresividad, especialmente canina) y análisis de orina (si hay eliminación inadecuada) es necesario.

Si las pruebas no fueran concluyentes, sería necesario ahondar más en posibles patologías del animal que pudieran ser causa directa o estar contribuyendo al problema existente, realizando más pruebas como Rx, ecografías (coste medio), TAC o resonancia magnética (coste elevado).

Es evidente que se pueden realizar muchas pruebas médicas, no se trata de eso, pero sí una revisión general básica; posteriormente si todo es correcto, se pasa al tratamiento etológico y medicación en los casos que sea necesaria, para la cual siempre es necesaria una analítica. De hecho, una disfunción renal o hepática no detectada, y estas patologías tardan años en salir a la luz (el cuerpo las compensa), podría tener consecuencias fatales para nuestra mascota al interaccionar con la medicación, ya que esta se elimina a través del riñón y del hígado.

Como ya hemos comentado, hay muchas pruebas médicas que se pueden realizar (no es el objetivo de este artículo), si una vez aplicado el tratamiento de conducta, este no hubiese dado resultado, seguramente nos veríamos en la necesidad de ahondar en problemas orgánicos no detectados que están modificando dicha conducta.

Mención especial al dolor y al prurito

Es una de las partes más importantes y lo que primero se debe de descartar cuando hay un problema conductual.

Tanto el dolor como el prurito generan irritabilidad en el animal (reduce el umbral agresivo), que se deriva en agresividad tanto en los animales como en nosotros).

Una de ellas es muy característica y está muy bien documentada: cuando, por ejemplo, vamos a tocar o simplemente nos acercamos a la zona posterior del animal y este responde con agresividad; esta es la llamada conducta de evitación, el animal se pone agresivo para evitar ser tocado en la zona afectada y así evitar el dolor físico; al no tener la posibilidad de hablar no pueden decirnos si se sienten mal, si sienten dolor, si el cuerpo les pica.

Esta reacción poco tiene que ver con problemas jerárquicos y muchas veces es confundido con ello.

 

Algunas enfermedades cuya primera sintomatología es conductual

Son muchas las enfermedades de este tipo, alteraciones hepáticas que terminen afectando a la estructura cerebral (encefalopatía hepática), problemas neurológicos (hidrocefalias leves), hipotiroidismo, etc.

En perros podemos mencionar la hidrocefalia congénita, que cuando es leve (no aparecen otros síntomas como deformación del cráneo) genera problemas de aprendizaje, problemas de eliminación inadecuada y agresividad. El problema suele empezar a manifestarse, normalmente, a los 4 y los 6 meses de vida. Existen razas predispuestas como los pugs, bichones malteses, Yorkshire terriers, bulldogs ingleses, chihuahuas, lhasa apso, pomeranias, caniches miniatura, Cairn terriers, Boston terriers, o pekineses.

En gatos, la anorexia por ejemplo (que es un síntoma, no una enfermedad), puede ser generada por múltiples enfermedades y es la alteración de la alimentación más común en felinos. Es posible que la anorexia pueda ser provocada por distrés (cuando el estrés, una respuesta del organismo para restablecer el equilibrio del mismo, ya ha generado daño), pero también por muchas enfermedades, por lo tanto, el chequeo médico es totalmente necesario, nos jugamos la vida del gato. Si deja de alimentarse pocos días y el animal es obeso, puede morir por lipidosis hepática.

La fiebre es un indicio muy importante de que estamos ante un problema orgánico, pero su no existencia no es concluyente.

La insuficiencia renal crónica, por ejemplo, está acompañada de anorexia, cambios súbitos de alimentación, alteración del gusto y del olfato, gastritis y deshidratación.

Coste económico ¿Nos compensa?

El coste económico no es para nada despreciable, desgraciadamente, y en los tiempos que corren aún más.

Por ello dentro del mundo de la etología, existen profesionales que aplican el protocolo básico (exploración general, analítica básica y exploración neurológica) sistemáticamente, otros con experiencia y algo de ojo, intentan no generar más gastos de los aparentemente necesarios al cliente y pueden llegar a saltarse algún paso del chequeo médico, en un principio. Aun así, sin datos objetivos no es posible estar en la certeza.

Se debe de informar al cliente de todo esto, es parte de nuestro trabajo y una obligación profesional, es el cliente al final quien toma las decisiones, ya que es él el responsable de su mascota, nosotros estamos para informar.

Por ejemplo: la anamnesis ayuda, pero si tenemos un cachorro de 3 meses de edad al que nunca se le ha enseñado correctamente a eliminar fuera, y lo hace en determinados sitios y no de manera absolutamente indiscriminada, puede parecer un poco excesiva, teniendo en cuenta además que el animal (por su edad) visita al veterinario regularmente por las vacunas. En este caso podría haber quien la obviara, temporalmente y a la espera de la evolución.

Pero existen excepciones en las que el etólogo no puede ni debe de admitir concesiones, y hay una muy clara, la existencia de factores de riesgo (niños, personas inmunodeprimidas, personas ancianas, personas diabéticas, etc., en un caso de agresividad, por ejemplo; no hay concesiones de ningún tipo aquí, el riesgo es demasiado alto), el chequeo médico es ineludible y obligatorio y nada podemos hacer para evitarlo, ni saltarnos ningún paso.

Y entonces viene una pregunta clara:

Si no existiesen factores de riesgo, ¿sería posible dejar el chequeo médico para el final, si no se soluciona el problema? ¿Y así ahorrárnoslo, si se soluciona?

Haciendo un esfuerzo por nuestra parte, para dejar de lado el bienestar animal por un instante y pensar en los costes económicos que tanto preocupan al cliente y con razón, la respuesta es claramente, no ¿Porqué?

Nuestro gato y nuestro perro aprenden por aprendizajes asociativos y no asociativos, otras formas de aprendizaje (procesos cognitivos complejos) están en estudio pero nos basamos en los que tenemos ahora.

Si nosotros aplicamos un tratamiento etológico que se basa en su mayor parte en el aprendizaje del animal sin saber si hay un problema de salud de base o influyendo en el problema, pasarán dos cosas: o estaremos abocados al fracaso, o los resultados no serán satisfactorios. Para entonces nos habremos gastado (normalmente) más dinero del que nos hubiéramos gastado realizando el chequeo médico básico, habremos perdido las fuerzas, y el desánimo nos habrá calado (el cliente debe de hacer un esfuerzo importante para resolver el problema de conducta de su mascota), y no sólo esto; una vez tratada la enfermedad, los condicionamientos en los que se basa en el aprendizaje ya se habrán producido y eso genera una nueva dificultad añadida (es mucho más factible introducir a un gato en un nuevo hogar sin que se haya producido una asociación negativa que cuando esta asociación ya se ha producido, entonces el tema se complica mucho más).

La extinción de los aprendizajes producidos no son tarea fácil. Además habrá que buscar nuevas fórmulas que puedan volver a motivar al animal para que su conducta cambie, y muchas veces también, eliminar las señales predictivas que indican al animal que un suceso se va a producir, generando en él una respuesta anticipada a la situación posterior. Que el animal esté enfermo no significa que en mayor o menor medida no pueda aprender (a excepción de problemas neurológicos muy evidentes).

La salud es vital, nosotros los humanos somos muy conscientes de ello, para ellos es igual de importante.

Animales geriátricos

Cuando hablamos de animales mayores, el chequeo médico es totalmente obligatorio (a partir de los 7 años de edad).

La posibilidad de que estén sufriendo procesos patológicos se dispara.

Por ejemplo, la artritis genera mucho dolor, y esto hace que muchos de los protocolos etológicos que se realizan en animales jóvenes, no sean posibles en un animal geriátrico, siendo sólo posibles soluciones paliativas.

Que claro (y nuestra intención es informar y hacernos oír al respecto) que esos chequeos médicos, tan conflictivos a veces, son totalmente necesarios.

 

Inmaculada Marrero Naranjo (etocanarias, www.laetologiaysusmascotas.es), Especialista en etología.

Colaboradora: Gloria Maldonado ([email protected]). Etóloga clínica Bizkaia (Agradecemos su inestimable ayuda en la realización del artículo).

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